Siempre he sido de esas personas que aman
su cumpleaños y se sienten los dueños del mundo cuando ese día llega. Siempre
me ha gustado cumplir años, por supuesto, porque aún estoy joven y no tengo que
preocuparme por tantas cosas que llegan con la edad; pero además, también soy
de esas personas que tienden a deprimirse un poco porque el famoso día nunca es
como se piensa, se desea, se planea o se quiere.
Mis últimos cumpleaños no han sido
maravillosos.
Cuando cumplí los 18 estaba muy
emocionada, pero era fin de semana de votaciones gubernamentales, por lo cual
había toque de queda y ley seca (no beber licor), así que no celebré como me
habría gustado.
Al cumplir los 19 era novia de F y planeé
una reunión sencilla en casa con unos amigos.... nada podía marchar más
perfecto, recibí flores, vinieron las personas más cercanas, la comida era
deliciosa... pero claro, era mi cumpleaños y algo debía salir terriblemente
mal: horas antes de la llegada de los invitados, a mi peluquera se le dió
por hacerse odiar y mi pintó el cabello de un negro azabache horrible, muy muy
muy y mucho más oscuro de lo que quería con mi marrón chocolate. Por varios
meses me ví como una cantante de rock en rehabilitación. El negro no es mi
color y eso, naturalmente, me arruinó el estado de ánimo todo el día y
todo el verano.
Cuando cumplí veinte parecía ser el
cumpleaños prometedor... Estaba en Turquía conociendo un país y lugares y
personas nuevas... ese día llegaron seis de mis 19 compañeros de campamento,
dos de Marruecos, una de Ucrania, una de Estados Unidos, y dos de Eslovaquia...
eran niñas encantadoras... y yo las recibí con la peor gripe que me ha dado en
la vida ( y no exagero), tenía fiebre de 39 grados, la nariz demasiado
congestionada, malestar en el cuerpo y una sensibilidad a millón. La gripe me
duró dos semanas y el día de mi cumpleaños fue el pico.
Este año no parece que será la
excepción...
mi madre que, para los que no saben, sufre
de trastorno bipolar, ha caído en crisis y está hospitalizada. Y no, no es el
tipo de hospitalización de intravenosas y camillas. Está en un lugar 'de
reposo', con otros enfermos mentales que no pueden ni comer solos. Es
deprimente porque no, mi mamá no está loca, sólo tiene un problema de los
nervios.
Lo realmente triste es que ya estamos tan
acostumbrados en mi familia a lidiar con esta situación que cada quien sabe lo
que le corresponde hacer cuando mi madre está en el hospital, o en el intento
de hospital.
Mi madre cumple años 10 días primero que
yo, y fue este sábado ocho de junio. Pedimos un permiso especial para traerla a
casa en su cumpleaños y nos extendieron el plazo hasta hoy en la mañana. La
tuvimos en casa, le partimos una torta y le dimos regalos. Ella, drogada con
risperidona y lorazepam hasta más no poder, trataba con sonrisas adormecidas el
darnos las gracias y ser feliz y caminar sola, en vano por supuesto.
Por fortuna es posible que al salir no
recuerde mucho eso, eso espero.
Pero no sabemos cuándo va a salir. Cumplo
en ocho días y dudo mucho que mi madre esté en casa para esa fecha, o que aún
si lo está, esté suficientemente bien de ánimos como para celebrar algo en casa
o tenerme afuera.
Pienso en lo triste que será visitarla en
mi cumpleaños, de dos a cuatro de la tarde, y que ella esté en ese estado.
Pienso que será muy triste que al recuperarse del todo, recuerde como pasamos
nuestros cumpleaños. Y pienso que será aún más triste que por el hecho de ella
ser mi madre y conocerme tan bien como me conoce... sepa que es un día que he
planeado por doce meses.
Pero eso es lo de menos... no se tratará
de mi cumpleaños.
Odio que mi madre, una vez más, se pierda
una fecha especial en la familia.
El grado de colegio de mi hermana, de mi
prima Milú, mi grado de primaria, la primera comunión de mi hermama Lelo, y los
primeros seis meses de vida de mi hermanita MiniJulieta...
Me siento triste porque, una vez más,
temporalmente, no tengo mamá.
Ostras, no tenía ni idea de que tu madre tenía un trastorno bipolar.
ResponderEliminarClaro que no está loca. La medicación que suelen dar es muy jodida, pero también muy necesaria. Un familiar de mi novio tiene esquizofrenia y cada vez que tiene que ir al hospital ingresado por un brote, es todo igual. Por suerte, para su cumpleaños también le dejaron volver y celebrarlo.