domingo, febrero 16, 2014

Deben ser Daddy Issues. No se me ocurre otra cosa

En casi todas mis relaciones amorosas me he entregado al cien por ciento. A veces, si me alcanza el corazón, un poco más.
Pero a lo largo de los años y de mis relaciones y casi relaciones, me he dado cuenta de que tengo un gran problema. Por supuesto el problema soy yo. Soy lo único en común entre todos mis ex novios. 
¿Mi defecto? Me aburro. 
Después del cortejo, de que el caballero sea un caballero, después de los primeros besos y paseos y cenas románticas (o no), me he dado cuenta que después de unos seis meses siempre empiezo a creer que ya no estoy enamorada.
Llevo 48 horas considerando esto.
Claro que nunca me he culpado. Siempre ha sido culpa de ellos... esos principes que a los seis meses lentamente se convierten en sapos. Que ya no me regalan rosas, ni me tratan como princesa, sino que me bajan al nivel de cortesana, y luego de plebeya.... y quizás, si los dejara, de esclava. Siempre he culpado a 'mis hombres' por las fallas de la relación, por mi falta de apego y mi desencantamiento repentino...
Pero entre ayer y hoy lo he visto: siempre son seis meses. ¿Por qué?
He tenido relaciones más allá de medio año, por supuesto, pero siempre el punto de quiebre viene siendo esa fecha. ¿Me pasará sólo a mí?
Las veces que mis relaciones han terminado, por cualquiera que sea la razón, no he sentido ningún tipo de remordimiento. No doy segundas oportunidades. No llamo. No escribo. No hago nada. No lloro. No me duele. 
Las veces que mis relaciones han terminado, he seguido con mi vida al poco tiempo y mi corazón se regenera tan bien, que no deja espacio para eternas despedidas. No es algo de mi razón, es inevitable. Alguna vez incluso deseé no dejar de sentir ese amor por ese hombre que aún me amaba. Pero no pude evitarlo... quise retenerlo en mis tejidos,  y al cabo de unas semanas desapareció y ver su foto ya no me hacía daño.
Seis meses me fueron suficientes para ese punto. 
Me he llegado a convencer que nunca amaría a alguien mas allá de ciento ochenta días. 
No escribo para decir que algo haya cambiado.

Otra relación fallida a mi lista de desencantos. Pero esta vez... esta vez no es error de nadie ni culpa de nadie. Es simplemente lo mejor. Porque nos haremos daño, porque nos cortamos las alas, porque somos diferentes más allá de opuestos. Porque es injusto. 
Quizás esta relación haya sido y será siempre el mayor de mis fracasos. 
Traté de que los problemas no pesaran, no consumiesen, no interfirieran. Hasta que me di cuenta que estábamos desincronizados  y que fingir que éramos el uno para el otro era posponer el sufrimiento. 

He terminado con mi novio en San Valentín... porque la vida es así. Porque tiene un hijo y no me gusta. Porque yo no lo acepto. Porque su mamá no me acepta. Porque quiero irme del país. Porque su pasado me pesa. Porque el mío le pesa.
Nos hemos dejado a los seis meses por todo, pero más que nada, creo que por falta de mi amor. 

Aprendí mucho de esta experiencia, a la fuerza claro. El aprendizaje de verdad no se pide, llega cuando menos lo quieres y más lo necesitas, porque aprendí, sobre todas las cosas, a no perder mi juventud con nadie... porque creo que cuando conoces a alguien a quien siempre quieres llamar, escribir hacer algo. Aluien que incluso te haga llorar... eso... eso debe durar, y debes querer que dure.

martes, febrero 11, 2014

Profesores


Sé que ha pasado un tiempo considerablemente largo desde que escribí en el blog.
Esta es mi primera entrada del año y no quiero hacer que suene triste, pero veremos...

Hace casi dos semanas, navegando por internet, me encontré con esta noticia
No podía creerlo. Leía una y otra vez el nombre del accidentado, y se me llenaron los ojos de lágrimas al ir a la universidad y encontrarme con un letrero que invitaba a los estudiantes y docentes a asistir a las exequias del querido profesor.
El dr. Covo nunca me dio clases. Por el breve tiempo que estuve estudiando en la facultad de ingeniería, sólo llegué hasta tercer semestre, y el doctor daba clases a partir de sexto. Pero no olvidaré que durante mi primer día, algunos profesores se presentaron y nos dieron la bienvenida, estaba el profesor de inglés, el de cálculo integral, y estaba él, de cimentaciones y experto en geología. Me impresionó y al tiempo me pareció que era un profesor muy amable. 
Con el tiempo, haciendo parte de la facultad de ciencias económicas, seguía y sigo en contacto con mis amigos de ingeniería, con quienes a menudo intercambiaba quejas y conversaciones. 
Este profesor nunca fue parte de un mal comentario por parte de ellos. Nunca. Y menos ahora. Todos me hablan de lo amable que era, de lo inteligente, y hasta genio.
Los genios no deben morir.
Sin haber compartido nada con él, sentó y siento un profundo pesar en mi corazón. 
Considero que la profesión de docente es una de las más nobles. Algunos estudiantes a lo largo de nuestra vida académica, no valoramos su brillantez. Pero luego habemos otros que sí lo notamos. Que lo apreciamos.
Poder compartir tu conocimiento con otros y tener el poder de influir tanto en sus vidas, y hacerlo de manera positiva, corrigiendo errores y moldeando una persona en construcción, es algo sumamente hermoso. 
Me pregunto cuántos profesores a lo largo de mi vida han fallecido. Recuerdo algunos con tanto aprecio, desde mi primaria hasta el día de hoy.
Considero que por esa parte, he sido una buena estudiante. 
El año pasado por ejemplo, tuve la maravillosa oportunidad de recibir clases del profesor H. H es un excelente docente de finanzas y presupuestos. Creo que su cerebro no le hace justicia al tamaño, porque describirlo debería ser una cabeza con piernas. Pero no, el profesor H tiene una cabeza de tamaño normal, aunque mida poco menos de dos metros.
En el 2012 tuve que repetir su clase, debido a mi viaje a Turquía, no pude hacer los exámenes finales y me costó la nota final. Así que en 2013 cuando tuve el placer de volver a ver clases con él, no lo defraudé. Me siento tan agradecida con el conocimiento impartido que no pude evitar comprar un libro para él que espero le haya gustado. 
Siento que aprendí tanto de él, y de tantos otros profesores a lo largo de mi vida, que me parece increíble que sólo sea una parte de lo que conocen lo que nos muestran y enseñan.
Es muy triste enterarse de la muerte de una persona que ha tocado tantas vidas de una forma tan bonita. Y seguirá siendo triste siempre. Mi madre y padre, que fueron a la misma universidad a la que vamos hoy mis hermanas y yo, hace casi tres décadas, aún se conduelen de la muerte de sus profesores inolvidables. 
Hoy os invito a ser más agradecidos con estas personas, a demostrarles así sea de manera anónima o simple, lo hermosa de su labor, que a veces es tan ingrata. 
He tenido la dicha de tener tan excelentes personas en mi vida académica, que muchas veces me encuentro considerando hacer de ello mi carrera.

Que en paz descanse el Doctor Alvaro Covo.
Su familia, amigos, colegas, estudiantes y no estudiantes lo quisieron mucho, y lo respetamos en su memoria.