Esta es mi primera entrada del año y no quiero hacer que suene triste, pero veremos...
Hace casi dos semanas, navegando por internet, me encontré con esta noticia.
No podía creerlo. Leía una y otra vez el nombre del accidentado, y se me llenaron los ojos de lágrimas al ir a la universidad y encontrarme con un letrero que invitaba a los estudiantes y docentes a asistir a las exequias del querido profesor.
El dr. Covo nunca me dio clases. Por el breve tiempo que estuve estudiando en la facultad de ingeniería, sólo llegué hasta tercer semestre, y el doctor daba clases a partir de sexto. Pero no olvidaré que durante mi primer día, algunos profesores se presentaron y nos dieron la bienvenida, estaba el profesor de inglés, el de cálculo integral, y estaba él, de cimentaciones y experto en geología. Me impresionó y al tiempo me pareció que era un profesor muy amable.
Con el tiempo, haciendo parte de la facultad de ciencias económicas, seguía y sigo en contacto con mis amigos de ingeniería, con quienes a menudo intercambiaba quejas y conversaciones.
Este profesor nunca fue parte de un mal comentario por parte de ellos. Nunca. Y menos ahora. Todos me hablan de lo amable que era, de lo inteligente, y hasta genio.
Los genios no deben morir.
Sin haber compartido nada con él, sentó y siento un profundo pesar en mi corazón.
Considero que la profesión de docente es una de las más nobles. Algunos estudiantes a lo largo de nuestra vida académica, no valoramos su brillantez. Pero luego habemos otros que sí lo notamos. Que lo apreciamos.
Poder compartir tu conocimiento con otros y tener el poder de influir tanto en sus vidas, y hacerlo de manera positiva, corrigiendo errores y moldeando una persona en construcción, es algo sumamente hermoso.
Me pregunto cuántos profesores a lo largo de mi vida han fallecido. Recuerdo algunos con tanto aprecio, desde mi primaria hasta el día de hoy.
Considero que por esa parte, he sido una buena estudiante.
El año pasado por ejemplo, tuve la maravillosa oportunidad de recibir clases del profesor H. H es un excelente docente de finanzas y presupuestos. Creo que su cerebro no le hace justicia al tamaño, porque describirlo debería ser una cabeza con piernas. Pero no, el profesor H tiene una cabeza de tamaño normal, aunque mida poco menos de dos metros.
En el 2012 tuve que repetir su clase, debido a mi viaje a Turquía, no pude hacer los exámenes finales y me costó la nota final. Así que en 2013 cuando tuve el placer de volver a ver clases con él, no lo defraudé. Me siento tan agradecida con el conocimiento impartido que no pude evitar comprar un libro para él que espero le haya gustado.
Siento que aprendí tanto de él, y de tantos otros profesores a lo largo de mi vida, que me parece increíble que sólo sea una parte de lo que conocen lo que nos muestran y enseñan.
Es muy triste enterarse de la muerte de una persona que ha tocado tantas vidas de una forma tan bonita. Y seguirá siendo triste siempre. Mi madre y padre, que fueron a la misma universidad a la que vamos hoy mis hermanas y yo, hace casi tres décadas, aún se conduelen de la muerte de sus profesores inolvidables.
Hoy os invito a ser más agradecidos con estas personas, a demostrarles así sea de manera anónima o simple, lo hermosa de su labor, que a veces es tan ingrata.
He tenido la dicha de tener tan excelentes personas en mi vida académica, que muchas veces me encuentro considerando hacer de ello mi carrera.
Su familia, amigos, colegas, estudiantes y no estudiantes lo quisieron mucho, y lo respetamos en su memoria.
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