Hace una semana terminé mi relación con Kaya otra vez. No es de lo que quiero hablar hoy, tranquilos, aún no estoy lista para torturar con mis post depresivos.
Sin embargo, algo que me identifica como mujer y, como persona en general, es definitivamente mi reacción a la tristeza. No suelo beber alcohol o irme de fiesta, o tragar litros de helado y Doritos luego de sentirme triste.
Yo a menudo soy de las que se tiran en cama entre veinte capas de cobijas aunque haga calor, de las que lloran y escriben y se preguntan por qué el mundo es tan cruel.
Esta vez he optado por algo diferente para no sumergirme en la tristeza post-rompimiento. Me he ido al salón de belleza porque lo necesitaba urgentemente y porque hacía mucho tiempo no iba.
Para centrarlos un poco, debo aclarar que hace dos años y más yo era la mujer más vanidosa del mundo mundial. Iba cada semana al salón a hacerme mani-pedi y secarme el cabello, hacerme tintes, cortes y me mantenía prolija.
Luego de que llegara Mayo el año pasado, empecé a recortar al 99% mi presupuesto por una deuda bancaria que adquirí para viajar en Junio y Julio. Una deuda que sumaba los 1700 dólares y que, cuando ganas un sueldo de mierda como yo, te tardas en pagar. El primer abono lo hice en Diciembre de 250 dólares que me dolieron en el alma. Luego en Febrero dí 350... y luego unos 500 y así, hasta que al fin mi deuda no sube de los 700, que pronto terminaré de pagar. Entonces ya soy dueña de mi sueldo de nuevo y me acaba de dejar mi "novio"(?). Durante todos estos meses no me he arreglado el cabello en un salón ni nada parecido, aunque no me cuesta nada hacerlo yo misma.. con las uñas es otra historia. Se debe tener cuidado de no maltratarlas y, por favor chicas escuchadme.. DEJEN ESO A LOS PROFESIONALES...
El caso es que hoy en la mañana me fui al centro y llegué a mi salón usual. Estaba repleto, por supuesto, es viernes. Ni modo. Tenía prisa así que me fui del lugar y caminé a otro salón que parecía un poco más costoso y que nunca había visto. De esos de sillas negras y muebles de cuero, paredes blancas y muchachas uniformadas en negro con un gran L'OREAL PARIS atrás bordado en letras blancas.
Al entrar, el salón estaba vacío y me di cuenta de que acababan de abrir. Me atiende una niña joven llamada Dilibeth que, con voz de azafata me pregunta qué deseo y le explico mi situación... me he pellizcado la cutícula de las manos con los alicates, tratando de arreglarlas en casa.
Me sonríe y me dice que me siente y me da una taza de té.
Me sentí tan VIP.. tan Sarah Jessica Parker... tan en la quinta avenida. A ver que nunca me habían tratado así en un salón de belleza porque siempre iba a uno muy cutre a solo dos locales de distancia. Estuve a punto de hacerme de Fergie y cantar 'G L A M... O R O U S... we fly in first class up in the sky....'
En fin...
Dilibeth se sienta frente a mí y me pide que le extienda mis manos. Al verlas, con cara de madre me pregunta:
-¿hace cuanto no te haces manicura?
-Uff.. años....!!!
Puso una cara como si le hubiese dicho "Uff... años!!! he estado muy ocupada matando cachorros callejeros"
Dilibeth tuvo mucha paciencia conmigo. Me cuidó, me hizo un masaje en las manos, me hizo el mejor manicure de mi vida y me dejó las uñas prolijas.
No tengo una foto del antes, pero sí del después.... me han quedado preciosas, y para los que conocen mis manos, saben que no estan ni cerca de ser mi mejor atractivo...
Hay que consentirse chicas!!! Aunque sea una vez al año.
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