viernes, marzo 29, 2013

46. Me gusta sentir las miradas tristes que dicen oye ven aquí, estoy yo y allá estas tu, ven y háblame un rato

Llevo una semana sin poder cerrar los ojos tranquilamente por las noches. Cuando lo hago, me paso del tiempo y dejo de cumplir con lo que debo hacer. 
Hace una semana te perdí, y hace una semana me siento sola.
Es algo que hace muchos años no me admitía, quizás por no sentirlo del todo.

Me siento en la cama ausente de sueños y, de repente, ya no sé qué debo hacer ni me siento segura de qué es lo que necesito. Será quizás que extraño otra vida para mí. 

Todas las visiones que me proyectaba en el techo antes de dormir se han ido. Ya no están Zafer Plaza ni Taksim. Se perdieron las recetas que ibas a enseñarme a preparar, y muy rápidamente se perdieron las canciones, las que tocabas con la guitarra como diciendo mírame Wen, que toco esta canción para ti, anda y siéntate conmigo. Y los lunares, los lunares que me pertenecían se me han olvidado. Ya no quedará ninguno para mí. 

Se me arruga el corazón, se me tuerce. Se me parte cuando pienso a dónde voy y cuándo. No sabía ni alcanzaba a imaginar lo mucho que duele deshacer un plan cuando se vuelve tu vida, tu plan maestro, tu capilla sixtina. 
Hoy fui a ver a los delfines, porque me hace feliz hacerlo, y vi el cielo y estuve en el río y en el mar, y nada.... ni siquiera esa sensación de respeto y libertad se compara con una microdécima de la felicidad que tenía a tu lado, incluso sin tenerte. Y ahora que no te tengo, ya no sé qué camino elegir.
No tengo el valor de pedirte que no vengas, pero tampoco sé si puedo pedirte que lo hagas. No sé si soy capaz de irme con los ojos cerrados y aventurarme una vez más... a veces para eso, sin importar la edad, no quedan energías. 

Y daría todas las nubes por volver a ese momento, a ese segundo en el que decidimos que lo mejor para los dos era acabarlo todo.

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